Ante la fotografía de un banco de materiales rústicos situado junto a la
escalera que sube al techo-jardín de la casa en el lago Léman (1922), que
ilustra el libro Un petit maison, Le
Corbusier sentencia: “un auténtico hecho
de la arquitectura, excúseme Vignola”.
Le Corbusier pudo haberse referido a cualquiera de los otros hechos de
la casa: la hermosa ventana horizontal que da sobre el lago; o la mesa adosada
al muro de cierre del jardín, pero prefirió la modesta elementalidad de un
banco para designar la realidad más profunda de la arquitectura. El banco de
madera, a la distancia justa del muro para que éste haga las veces de respaldo;
muro que a su vez ha sido seguramente entibiado por el sol. Asoleamiento que
sumado a la vista (que no vemos pero que podemos suponer) hacen de este un buen
lugar para dejar pasar el tiempo. Tiempo que no es solitario, porque las
separaciones entre las 3 ventanas del subsuelo que se asoman sobre el banco,
permiten que dos personas, y sólo dos,
se apoyen. ¿Qué más se puede querer, qué más que esto puede aspirar a
construir la arquitectura?
Remitirse a los hechos de la arquitectura significa para Le Corbusier
recordar los orígenes de ésta, a la vez que explorar sus posibilidades
inéditas: un esfuerzo de depuración por el cual se la despoja de todo aquello
que ha venido cargando; procedimientos establecidos y accesorios repetitivos
(la referencia a Vignola propone de manera más explícita la intención de
separar la arquitectura del puro dominio de las formas y de su imitación).
Un hecho arquitectónico es la relación precisa entre forma y vida, o,
todavía más radical, entre una construcción y los usos.
Un hecho arquitectónico es la relación mítica entre forma y vida;
mito es decir una cosa de una vez por todas.
Extraído del ensayo "Los hechos de la arquitectura"
(Alejandro Aravena, José Quintanilla y Fernando Pérez Oyarzún)
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