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Antes de conocer siquiera la palabra arquitectura, todos nosotros ya la hemos vivido. Las raíces de nuestra comprensión de la arquitectura residen en nuestras primeras experiencias arquitectónicas: nuestra habitación, nuestra casa, nuestra calle, nuestra aldea, nuestra ciudad y nuestro paisaje son cosas que hemos experimentado antes y que después vamos comparando con los paisajes. las ciudades y las casas que se fueron añadiendo a nuestra experiencia. Las raíces de nuestro entendimiento de la arquitectura están en nuestra infancia, en nuestra juventud: residen en nuestra biografía.
Los estudiantes deben aprender a trabajar conscientemente con sus vivencias personales y biográficas de la arquitectura, que son la base de sus proyectos. Los proyectos se abordan de manera que pongan en marcha todo ese proceso. Nos preguntamos qué es lo que entonces nos gustó, nos impresionó, nos conmovió en esa casa, en esa ciudad, y por qué. Cómo estaba dispuesto el espacio, el lugar, qué aspecto tenía, qué olor había en el ambiente, cómo sonaban mis pasos, cómo resonaba mi voz, cómo sentía el suelo bajo mis pies, el picaporte en mi mano, cómo era la luz sobre las fachadas, el brillo de las paredes. ¿Era una sensación de estrechez o de amplitud, de intimidad o vastedad?
Pavimentos de listones de madera como ligeras membranas, pesadas masas pétreas, telas suaves, granito pulido, cuero delicado, acero rudo, caoba bruñida, vidrio cristalino, asfalto blando recalentado por el sol, he aquí los materiales de los arquitectos, nuestros materiales. Los conocemos a todos ellos y, sin embargo, no los conocemos. Para proyectar, para inventar arquitecturas, debemos aprender a tratarlos de una forma consciente. Eso es un trabajo de investigación; eso es un trabajo de rememoración.
La arquitectura es siempre una materia concreta; no es abstracta, sino concreta. Un proyecto sobre el papel no es arquitectura, sino únicamente una representación más o menos defectuosa de lo que es la arquitectura, comparable con las notas musicales. La música precisa de su ejecución. La arquitectura necesita ser ejecutada. Luego surge su cuerpo, que es siempre algo sensorial.
Todos los trabajos del proyecto del primer curso de arquitectura parten de la sensualidad corporal y objetual de las arquitecturas, de su materialidad. Experimentar la arquitectura de una forma concreta, es decir, tocar su cuerpo, ver, oír, oler. Los temas del curso son descubrir esas cualidades y después, saber tratar con ellas conscientemente. En todos los ejercicios se trabaja con materiales reales, se apunta siempre, y de una forma directa, a objetos concretos, cosas e instalaciones hechas de materiales reales (barro, piedra, cobre, acero, fieltro, tela, madera, yeso, ladrillo, etc.). No hay maquetas de cartón. Lo que se debe producir no son, en absoluto, "maquetas", en su sentido habitual, sino objetos concretos, trabajos plásticos a una determinada escala. Incluso el dibujo (el planos a escala debe partir siempre de un objeto concreto (aquí el orden habitual en la práctica arquitectónica –idea, plano, modelo, objeto concreto- se invierte). Primero se crean los objetos concretos y más tarde se dibujan a escala. E incluso la comprensión de las distintas dimensiones de la escala en la arquitectura se estudia en objetos concretos (por ejemplo, tomando medidas de una sección transversal o longitudinal de un trazado viario, dibujos detallados de un espacio interior existente, etc.)
Llevamos en nuestro interior imágenes de las arquitecturas que nos han ido configurando, y podemos hacer revivir estas imágenes en nuestro espíritu y hacerles preguntas, pero de todo esto no surge aún un nuevo proyecto, ninguna nueva arquitectura. Todo proyecto ansía tener imágenes nuevas, nuestras "viejas" imágenes únicamente nos pueden ayudar a encontrar las nuevas. Pensar en imágenes al proyectar algo, entraña siempre pensar en la totalidad. Pues, por su naturaleza, la imagen muestra siempre la estructura total del sector de la realidad imaginada objeto de consideración, como, por ejemplo, la pared y el suelo, el techo y los materiales, la atmósfera luminosa y la tonalidad de un espacio. E incluso, igual que en el cine, vemos todos los detalles en la transición del suelo a la pared y de la pared a la ventana.
Es evidente que, con frecuencia, estos elementos no están ahí al comenzar un proyecto, cuando intentamos hacernos una imagen del objeto que estamos pensando. La mayor parte de las veces, la imagen es incompleta al comienzo del proceso del proyecto, de modo que nos esforzamos por volver a concebir y clarificar una y otra vez el tema de nuestro proyecto, a fin de que las partes que faltan encajen en nuestra imagen. O, dicho de otro modo: proyectamos. La clara y concreta perceptibilidad de las imágenes que nos representamos nos ayuda a hacerlo, a no perdernos en la esterilidad de abstractas hipótesis teóricas, a no perder el contacto con las cualidades de concreción de la arquitectura. Nos ayuda a no enamorarnos de la calidad gráfica de nuestros dibujos y a no confundirla con lo que constituye realmente una cualidad arquitectónica.
Producir imágenes interiores es un proceso natural que todos nosotros conocemos. Forma parte del pensamiento. Un pensamiento asociativo, salvaje, libre, ordenado y sistemático en imágenes, imágenes arquitectónicas, espaciales, en color y sensoriales; he aquí mi definición preferida del proyectar. Me gustaría transmitir a los estudiantes que el método adecuado para proyectar es ese pensar en imágenes.
La arquitectura es siempre una materia concreta; no es abstracta, sino concreta. Un proyecto sobre el papel no es arquitectura, sino únicamente una representación más o menos defectuosa de lo que es la arquitectura, comparable con las notas musicales. La música precisa de su ejecución. La arquitectura necesita ser ejecutada. Luego surge su cuerpo, que es siempre algo sensorial.
Todos los trabajos del proyecto del primer curso de arquitectura parten de la sensualidad corporal y objetual de las arquitecturas, de su materialidad. Experimentar la arquitectura de una forma concreta, es decir, tocar su cuerpo, ver, oír, oler. Los temas del curso son descubrir esas cualidades y después, saber tratar con ellas conscientemente. En todos los ejercicios se trabaja con materiales reales, se apunta siempre, y de una forma directa, a objetos concretos, cosas e instalaciones hechas de materiales reales (barro, piedra, cobre, acero, fieltro, tela, madera, yeso, ladrillo, etc.). No hay maquetas de cartón. Lo que se debe producir no son, en absoluto, "maquetas", en su sentido habitual, sino objetos concretos, trabajos plásticos a una determinada escala. Incluso el dibujo (el planos a escala debe partir siempre de un objeto concreto (aquí el orden habitual en la práctica arquitectónica –idea, plano, modelo, objeto concreto- se invierte). Primero se crean los objetos concretos y más tarde se dibujan a escala. E incluso la comprensión de las distintas dimensiones de la escala en la arquitectura se estudia en objetos concretos (por ejemplo, tomando medidas de una sección transversal o longitudinal de un trazado viario, dibujos detallados de un espacio interior existente, etc.)
Llevamos en nuestro interior imágenes de las arquitecturas que nos han ido configurando, y podemos hacer revivir estas imágenes en nuestro espíritu y hacerles preguntas, pero de todo esto no surge aún un nuevo proyecto, ninguna nueva arquitectura. Todo proyecto ansía tener imágenes nuevas, nuestras "viejas" imágenes únicamente nos pueden ayudar a encontrar las nuevas. Pensar en imágenes al proyectar algo, entraña siempre pensar en la totalidad. Pues, por su naturaleza, la imagen muestra siempre la estructura total del sector de la realidad imaginada objeto de consideración, como, por ejemplo, la pared y el suelo, el techo y los materiales, la atmósfera luminosa y la tonalidad de un espacio. E incluso, igual que en el cine, vemos todos los detalles en la transición del suelo a la pared y de la pared a la ventana.
Es evidente que, con frecuencia, estos elementos no están ahí al comenzar un proyecto, cuando intentamos hacernos una imagen del objeto que estamos pensando. La mayor parte de las veces, la imagen es incompleta al comienzo del proceso del proyecto, de modo que nos esforzamos por volver a concebir y clarificar una y otra vez el tema de nuestro proyecto, a fin de que las partes que faltan encajen en nuestra imagen. O, dicho de otro modo: proyectamos. La clara y concreta perceptibilidad de las imágenes que nos representamos nos ayuda a hacerlo, a no perdernos en la esterilidad de abstractas hipótesis teóricas, a no perder el contacto con las cualidades de concreción de la arquitectura. Nos ayuda a no enamorarnos de la calidad gráfica de nuestros dibujos y a no confundirla con lo que constituye realmente una cualidad arquitectónica.
Producir imágenes interiores es un proceso natural que todos nosotros conocemos. Forma parte del pensamiento. Un pensamiento asociativo, salvaje, libre, ordenado y sistemático en imágenes, imágenes arquitectónicas, espaciales, en color y sensoriales; he aquí mi definición preferida del proyectar. Me gustaría transmitir a los estudiantes que el método adecuado para proyectar es ese pensar en imágenes.
Peter Zumthor, extracto del libro “Pensar la arquitectura” 1996. Editorial Gustavo Gili
Si lugar es uno de aquellos momentos en que el pensamiento se entrelaza con lo real…
En este sentido, el dibujo, incluso el mismo papel, es por un momento lugar… también en él aparecen las reglas que nos permiten avanzar. No existe jamás el papel en blanco. Es sólo un soporte invisible… si aceptamos la regla de la página, es para olvidarla. Los desplazamientos, los giros, hacen perder al papel su carácter de lámina. Es una estructura de trabajo. Sus reglas son las de la economía y las de la comodidad.
En esos planos no existe preocupación por el representar… es un trabajo de multiplicar una misma intuición. De verlas aparecer en todas las formas posibles...en alinear acrobáticamente, como en un juego, todos los haces de líneas que siguen una dirección. Mantener en papel todos los aspectos en proyecto en que se trabaja.
No se trata de acumular datos, sino de multiplicarlos; de permitir que aparezca aquello en que no habíamos pensado...de ahí que se avance por sucesivos comienzos. Una y otra vez, como si cada uno fuera el definitivo –abatimientos, cambios de escala–.
Lo mejor de un dibujo son los estadios intermedios… ese ver aparecer… aquello que queda para otro trabajo. El movimiento a través de un edificio, conducido por sus leyes.
Las nuevas situaciones que aparecen son quienes redefinen la distancia de éste con el lugar de que partió. El edificio se transforma en ese lugar privilegiado donde reflexionar sobre el origen de nuestro camino.
El edificio nos acompaña muy lejos. Nos transforma en observadores privilegiados. Así es el modo en que la construcción nos devuelve el pensamiento sobre el lugar. Este aire, ahora encerrado, debe expresar la ausencia de lo que allí existía… Por otra parte, en este lugar aparece lo que jamás se hubiera pensado allí posible.
No puede desaparecer ese espacio vacío después de trabajar sobre él. Expresión de esta ausencia. La arquitectura como la única capaz de realizarlo. No por alusión. No por desplazamiento. No por vaciado. No por omisión, ni por olvido. El silencio es la respuesta a la nueva que se ha definido respecto a lo existente.
En la Llauna, en el interior de la fábrica, encontramos la dimensión y la luz que en la calle de servicio no existe… Ese lugar privilegiado lo encontramos entre la estructura de caballos de madera existentes: visión lejana del mar, luz… Uno de esos lugares sólo accesible durante la construcción, es paso hacia las plantas. Un interior vaciado. Quedarnos cerca de los espacios reservados para la construcción. Aquellos que hacen posible el espacio vacío.
Enric Miralles
En este sentido, el dibujo, incluso el mismo papel, es por un momento lugar… también en él aparecen las reglas que nos permiten avanzar. No existe jamás el papel en blanco. Es sólo un soporte invisible… si aceptamos la regla de la página, es para olvidarla. Los desplazamientos, los giros, hacen perder al papel su carácter de lámina. Es una estructura de trabajo. Sus reglas son las de la economía y las de la comodidad.
En esos planos no existe preocupación por el representar… es un trabajo de multiplicar una misma intuición. De verlas aparecer en todas las formas posibles...en alinear acrobáticamente, como en un juego, todos los haces de líneas que siguen una dirección. Mantener en papel todos los aspectos en proyecto en que se trabaja.
No se trata de acumular datos, sino de multiplicarlos; de permitir que aparezca aquello en que no habíamos pensado...de ahí que se avance por sucesivos comienzos. Una y otra vez, como si cada uno fuera el definitivo –abatimientos, cambios de escala–.
Lo mejor de un dibujo son los estadios intermedios… ese ver aparecer… aquello que queda para otro trabajo. El movimiento a través de un edificio, conducido por sus leyes.
Las nuevas situaciones que aparecen son quienes redefinen la distancia de éste con el lugar de que partió. El edificio se transforma en ese lugar privilegiado donde reflexionar sobre el origen de nuestro camino.
El edificio nos acompaña muy lejos. Nos transforma en observadores privilegiados. Así es el modo en que la construcción nos devuelve el pensamiento sobre el lugar. Este aire, ahora encerrado, debe expresar la ausencia de lo que allí existía… Por otra parte, en este lugar aparece lo que jamás se hubiera pensado allí posible.
No puede desaparecer ese espacio vacío después de trabajar sobre él. Expresión de esta ausencia. La arquitectura como la única capaz de realizarlo. No por alusión. No por desplazamiento. No por vaciado. No por omisión, ni por olvido. El silencio es la respuesta a la nueva que se ha definido respecto a lo existente.
En la Llauna, en el interior de la fábrica, encontramos la dimensión y la luz que en la calle de servicio no existe… Ese lugar privilegiado lo encontramos entre la estructura de caballos de madera existentes: visión lejana del mar, luz… Uno de esos lugares sólo accesible durante la construcción, es paso hacia las plantas. Un interior vaciado. Quedarnos cerca de los espacios reservados para la construcción. Aquellos que hacen posible el espacio vacío.
Enric Miralles
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Hacer despacio lleva a olvidar los pasos que anticipan las conductas, los caminos de la memoria, para habitar lugares intermedios llenos de vida y de sorpresa. Cuando se sienten esos lugares, hay que detenerse, llenarse de sensaciones y emociones, para no convertirse en un robot animado sólo de eficacia.
Aprender despacio significa aprender hacia dentro, reconocerse en los demás y en lo que te rodea, como algo tuyo, que permanece. Por eso la emoción es un momento de vida compartida, donde tú eres el otro o lo otro, donde tu cuerpo queda suspendido en el tiempo.
Moverse despacio lleva a pensar (se) despacio. Y cuando piensas despacio, todo es nuevo, todo aparece por primera vez, nace y muere en el instante, que es lo único a lo que perteneces. Aparecen, entonces los sentidos, aparece el cuerpo, la vida, escuchas a los hombres y a los pájaros, a los árboles y a los colores.
Despacio descubres el movimiento articulado de tu cuerpo. Y los elementos rítmicos y fluidos que lo habitan. Qué orden, qué alegría, qué belleza. Despacio te das cuenta de que no siempre puedes moverte despacio, por ejemplo para levantarte de una silla o para cruzar un semaforo en rojo.
Despacio no quiere decir lento. Es más bien el límite entre lo rápido y lo lento. Un lugar donde puedes estar sin estar del todo. Donde puedes sentir las energías de los lugares. Y a los dioses que habitan en ellos.
Despacio, la vista fija la atención en los matices, en lo que no se ve si no se mira, que es lo que más importa. Se puede, a la vez, escuchar, oler, sentir los cambios de temperatura o la caricia del viento. Despacio como el calor que proyecta el sol durante su movimiento, despacio. Ir despacio, Hacer despacio, Aprender despacio, Moverse despacio, Pensar despacio, Escuchar despacio, Sentir despacio, Proyectar despacio... Ser arquitecto es mi manera de estar solo, despacio.
Alberto Morell Sixto
Aprendiendo a pensar, Alberto Campo Baeza. Editorial Nobuko
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Y se puso desde fuera frente a la forma cúbica, ante un cubo que era algo mayor que él. El gran plano vertical cuadrado parecía dominarle. Anduvo hasta la esquina y los dos planos verticales, ortogonales, le impresionaron con su fuerza. Pero él quería ser el que los controlara. Imaginó que se alejaba. Sabía que la figura cúbica la formaban seis planos y sólo veía dos. Y aunque sabía que había un plano allá arriba, el techo, que formaba un triedro con los dos planos que se erguían ante él, no tenía modo de dominarlo. Se subió a un árbol enfrente y desde allí pudo por fin ver los tres planos.
Será una mera cuestión de dimensiones, se dijo, y buscó una figura cúbica algo más pequeña que él, en un intento esperanzado de poder llegar a controlar todo el espacio.Comprobó orgulloso que de un solo golpe de vista podía dominar las tres caras que formaban el triedro. Una cara más que al principio. Pero cuando dando vueltas al cubo intentaba atrapar una cuarta cara y llegaba a ella, desaparecía una de las anteriores. Tras múltiples vueltas que llegaron a marearle, dedujo que no conseguiría nunca ver más que las tres caras del cubo de una sola vez. Y no le fue fácil calmarse.
Será un simple asunto de dimensiones, se volvió a decir como la primera vez. Y buscó una figura cúbica todavía más pequeña. La cogió entre sus manos y se dijo a sí mismo que ya la tenía dominada, pues le cabía toda ella dentro de una sola mano. Y continuó su juego. La alzaba, la bajaba, la rotaba, pero por más vueltas que daba a aquella figura, no se dejaba atrapar. Nunca llegó a conseguir ver más de tres caras de una sola vez. Y él sabía que tenía seis.
Y así, delante de las tres figuras cúbicas, la grande, la mediana y la pequeña, se sentó desesperado a reflexionar sobre su impotencia. ¡Jamás sería capaz de controlar el espacio!.
Y pensando pensando, agotado, se quedó dormido. De repente, vio a Alicia a su lado. Ella le cogió de la mano y le llevó junto a la gran figura cúbica y por un pequeño boquete, ella bien lo sabía, entraron los dos a su interior. Allí el arquitecto pudo comprobar que ¡por fin! podía dominar hasta cuatro planos a la vez, y hasta cinco si se ponía con la espalda apoyada en uno de los planos verticales. Y hasta los seis planos si se colocaba en un ángulo, en una situación diagonal.
Súbitamente, la luz que bañaba el recinto interior, a la que no había dado mayor importancia y que no sabía de donde procedía, desapareció y todo quedó a oscuras. Aquella poderosa sensación de dominio del espacio desapareció. Y quedó desconcertado. Alicia sonreía a su lado. Pasado el eclipse la luz volvió. Y con ella las sensaciones volvieron a despertarse y el arquitecto recuperó el dominio del espacio.
Miró hacia arriba para ver de dónde procedía aquella claridad, y se despertó bajo la luz de un potente sol, sin Alicia, que se había quedado en su sueño, y ahora ya en la realidad, ante aquellas figuras cúbicas que tanta guerra le habían dado. Concluyó el arquitecto, ya despierto, que la Arquitectura, el dominio del espacio, es una sencilla cuestión de medidas, de dimensiones dominables, a poner en relación con las dimensiones del hombre. También concluyó que era una cuestión de luz, sin la que la arquitectura no era nada.
Alberto Campo Baeza
Hay entre el auditorio gran cantidad de estudiantes de arquitectura.
Por lo tanto pesaré exactamente mis palabras y seleccionaré elementos de discusión que sean como piedras angulares de la percepción arquitectónica. Días pasados hemos seguido el crecimiento del organismo portante. Hoy seguiremos el plástico; y próximamente el biológico.
Lo que voy a decir impresionará para siempre e intensamente a los jóvenes que están flotando entre las dudas propias de su edad. Algunos conceptos oídos a los veinte años han dejado en mí una impresión indeleble.
¿Habré venido a esta facultad para perturbar profundamente a algunos jóvenes?
Precisemos el tema de esta conferencia. He prometido, después de las ideas generales de la primera, que en adelante sería a toda costa objetivo. La razón de esta objetividad, no es exclusivamente mecánica, práctica o utilitaria. Tengo la arquitectura en mi corazón, allí en lo más denso de mi sensibilidad. Al fin de cuentas no creo sino en la belleza, que es la única fuente de alegría, verdadera fuente de goce.
El arte, producto de la ecuación “razón-pasión”, es para mí donde reside la felicidad humana.
Pero ¿qué es el arte? Por el momento sólo les puedo asegurar que el artificio, está constantemente en torno nuestro. Que él nos aprisiona. Por mi parte no puedo tolerarlo: esconde la bestia, la pereza y el espíritu de lucro.
La arquitectura es un acto de voluntad consciente.
Arquitectura es “poner en orden”.
¿Poner en orden qué?: funciones y objetos. Ocupar el espacio con edificios y caminos. Crear receptáculos para abrigar al hombre y crear comunicaciones útiles para encontrarse. Actuar sobre nuestro espíritu por la habilidad de las soluciones, sobre nuestros sentidos por las formas propuestas a nuestros ojos y las distancias impuestas a nuestra marcha. Emocionar por el juego, de percepciones a las cuales somos sensibles y a las que no podemos sustraernos. Espacios, distancias y formas; espacios interiores y formas interiores; andar por los interiores; formas y espacios exteriores; cantidades, pesos, distancias, atmósferas; es con esto que actuamos. Tales son los hechos en causa.
Involucro solidariamente, desde luego, en una sola noción, arquitectura y urbanismo. Arquitectura en todo, urbanismo en todo.
Por lo tanto pesaré exactamente mis palabras y seleccionaré elementos de discusión que sean como piedras angulares de la percepción arquitectónica. Días pasados hemos seguido el crecimiento del organismo portante. Hoy seguiremos el plástico; y próximamente el biológico.
Lo que voy a decir impresionará para siempre e intensamente a los jóvenes que están flotando entre las dudas propias de su edad. Algunos conceptos oídos a los veinte años han dejado en mí una impresión indeleble.
¿Habré venido a esta facultad para perturbar profundamente a algunos jóvenes?
Precisemos el tema de esta conferencia. He prometido, después de las ideas generales de la primera, que en adelante sería a toda costa objetivo. La razón de esta objetividad, no es exclusivamente mecánica, práctica o utilitaria. Tengo la arquitectura en mi corazón, allí en lo más denso de mi sensibilidad. Al fin de cuentas no creo sino en la belleza, que es la única fuente de alegría, verdadera fuente de goce.
El arte, producto de la ecuación “razón-pasión”, es para mí donde reside la felicidad humana.
Pero ¿qué es el arte? Por el momento sólo les puedo asegurar que el artificio, está constantemente en torno nuestro. Que él nos aprisiona. Por mi parte no puedo tolerarlo: esconde la bestia, la pereza y el espíritu de lucro.
La arquitectura es un acto de voluntad consciente.
Arquitectura es “poner en orden”.
¿Poner en orden qué?: funciones y objetos. Ocupar el espacio con edificios y caminos. Crear receptáculos para abrigar al hombre y crear comunicaciones útiles para encontrarse. Actuar sobre nuestro espíritu por la habilidad de las soluciones, sobre nuestros sentidos por las formas propuestas a nuestros ojos y las distancias impuestas a nuestra marcha. Emocionar por el juego, de percepciones a las cuales somos sensibles y a las que no podemos sustraernos. Espacios, distancias y formas; espacios interiores y formas interiores; andar por los interiores; formas y espacios exteriores; cantidades, pesos, distancias, atmósferas; es con esto que actuamos. Tales son los hechos en causa.
Involucro solidariamente, desde luego, en una sola noción, arquitectura y urbanismo. Arquitectura en todo, urbanismo en todo.
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Le Corbusier en Buenos Aires.
Extracto tercera conferencia
Facultad de Ciencias Exactas. Bs As
Martes 5 de octubre de 1929.